Billy Corgan tomó rabia, tristeza y melancolía, las arrojó a una licuadora creativa y de ese torbellino emocional surgió una de las obras maestras más imponentes del rock de los noventa: Mellon Collie and the Infinite Sadness, el monumental álbum doble de The Smashing Pumpkins, publicado el 23 de octubre de 1995, hace ya 30 años.
Este trabajo no solo consolidó a la banda como una de las más importantes de su generación, sino que también redefinió los límites del rock alternativo. A lo largo de sus más de dos horas de duración, el disco es una auténtica montaña rusa de emociones y sonidos, donde conviven la furia distorsionada, la vulnerabilidad introspectiva y la belleza orquestal.

Aunque suele catalogarse dentro del rock alternativo, su riqueza sonora va mucho más allá. Baladas como “Tonight, Tonight”, con su deslumbrante orquestación, y la melancólica “Thirty-Three”, muestran la faceta más delicada y contemplativa del grupo. En contraste, himnos como “1979”, “Bullet with Butterfly Wings” o “Zero” condensan el espíritu de una generación marcada por el desencanto y la intensidad emocional. Y, por supuesto, están los momentos de pura energía guitarrera, con temas como “X.Y.U.”, “Where Boys Fear to Tread” o “Bodies”, donde Corgan y James Iha dan rienda suelta a su potencia instrumental.
Cada canción parece formar parte de un universo propio, pero todas orbitan en torno a un mismo sentimiento: la lucha entre la desesperanza y la belleza. Mellon Collie and the Infinite Sadness es más que un álbum; es un viaje emocional, una declaración artística y una cápsula del tiempo que sigue sonando igual de poderosa tres décadas después.
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